El Árbol y la Sombra · Menene Gras Balaguer, comisaria del proyecto

 El Árbol y la Sombra · Menene Gras Balaguer, comisaria del proyecto

 

Centro Cultural de China en Madrid (del 2 al 31de octubre, 2014)
Organizan: Centro Cultural de China en Madrid, Casa Asia e Institut d´Estudis Baleárics.
Colaboran: Casal Solleric y Stiftung für Kunst und Kultur e V. Bonn

JULIO. En medio del campo. Un día soleado con 35º de temperatura. El cielo azul aunque roto. En casa de Ricard Chiang. Siempre de la mano de Pilar Ribal, que ha sido la auténtica impulsora de este proyecto expositivo. La casa, el jardín, el huerto y el arado aparecen ante la vista como si formaran parte de una postal antigua, de los veranos de antes. Pedimos un vaso de agua antes de ir caminando hacia las naves industriales donde están su estudio y el de Marta, su mujer. Cada uno tiene la llave del suyo, para respetar sus respectivos espacios. El cielo azul, en medio de la isla. No se ve el mar en ninguna parte, pero la sal se nota cerca, detrás de los matorrales, de los viñedos y de los árboles. Cerrando los ojos, se oye el oleaje golpeando las piedras. Las higueras ya están llenas de brotes, pero al menos hasta el 15 de agosto no habrá higos. Lo mejor es esperar casi hasta principios de septiembre para que estén maduros. El mes pasado fueron las ciruelas, y éste las uvas. –dice Chiang, mientras damos un paseo para ir al estudio y ver toda la obra que se va a exponer en Madrid. Los perros nos siguen. Juego con la grande –una mezcla de lobo alemán y de algo más- tirando una piña mordida de ciprés que va a buscar y me devuelve una y otra vez para seguir el juego. No sé decir no, porque me mira con ojos de pena y da vueltas a mi alrededor sin parar esperando que ceda. Siempre he pensado que si los perros hablaran, con su inteligencia emocional, podrían ser superiores a los seres humanos que supuestamente les dominan.
La tarde se extiende calurosa sobre un campo seco, que el artista cultiva el mismo en una isla dentro de la isla, donde sólo se oyen los grillos, los pájaros posándose en las ramas o el zumbido de las moscas y de las abejas, los lagartos deslizándose por entre las piedras, y las ranas del lavadero que han convertido en piscina. Tanto él como su mujer eligieron este lugar para vivir y trabajar hace unos años, cuando se conocieron y decidieron emprender juntos un proyecto de vida, construir sus respectivos estudios y tener una familia. Despertarse en el campo todos los días con la luz natural, vivir en el campo todo el año, ver el paso de las estaciones y contemplar el ciclo vital de las plantas y de los animales es una experiencia vital que tiene una clara repercusión en su obra. La naturaleza invade su casa, invade su estudio e invade su vida, como si estos espacios pudieran sustraerse al proceso urbanizador que ha eliminado la vida rural y a la mercantilización impuesta por la sociedad de consumo que nos ha convertido en archipiélagos de individuos aislados, a imitación de las almas errantes de los antiguos que vagaban después de muertas a la espera de encarnar un nuevo cuerpo y volver a la tierra. Mientras vamos hacia el estudio, veo una rata muerta en el suelo boca arriba. Yo le pregunto si es habitual que las ratas se mueran sin una causa aparente o si hay una plaga y vienen a morir aquí entre los suyos, y me dice que es común encontrarlas en cualquier lado, porque en el campo hay que convivir forzosamente con ellas. Le sorprende que haya reparado en algo tan obvio –la han matado los dos gatos que viven con ellos y que ahora hacen la siesta bajo el sol, satisfechos y sin inmutarse cuando pasamos por su lado. No toca la rata. La deja ahí como si debiera formar parte del paisaje unos días más. Le digo si los niños la tocan y si no le preocupa que la putrefacción del animal debido al calor pueda ser causa de enfermedad o infección. Me responde tranquilo que mañana o pasado la recogerá y la meterá en la “compostera”, donde echa todos los residuos orgánicos que se generan cada día, reciclándolos para el abono del campo. No se desperdicia nada; la compostera es como un aparato digestivo que digiere todo lo que se le entrega. Necesita tiempo.
La rata sagrada puede tardar hasta un mes en descomponerse por completo y desaparecer en el compuesto que sale de las tripas de este artefacto artesanal que está en la parte trasera de la casa. Con lo que salga, abonará el campo. Durante el año, se comen las frutas y los vegetales de cada estación. Los aviones nunca atraviesan el cielo en este rincón de la isla, donde la luna es más grande y el cielo más extenso que en ninguna otra parte. Me pregunto dónde estoy y si es verdad que todavía quedan lugares en la tierra donde el tiempo se sucede al ritmo en el que lo hace la naturaleza, sin intervención humana. Chiang nos abre el estudio donde suele encerrarse en verano y en invierno para aislarse y olvidarse del viento, de los árboles frutales, de las ratas, de los mosquitos y de las nubes. La tierra removida se calla. El paisaje interior aparece entonces oscuro y remoto hasta que inunda el espacio y expulsa a la naturaleza que se asoma por las ventanas. La caída de una araña que estaba en una esquina del techo. “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”- decía Cesare Pavese triste en “El oficio de vivir” o en “La luna y las fogatas”. El poeta al que la soledad hacía temblar, cuando pensaba que la muerte le acompañaba de la mañana a la noche, y dejaba insomne, hasta que esta muerte le miró a los ojos y se quedó ciego. La ceguera es lo más parecido a la muerte. Nadie pudo evitar que se quitara la vida en la habitación de un hotel, enfermo de esta soledad que buscaba y a la vez temía, porque era para él infinita como el mar y la muerte. “Se oyen las voces de la tierra” –decía el poeta- y “la noche remota que llora”, bajo “las estrellas cansadas”. Chiang se levanta y se acuesta viendo el sol que nace y muere todos los días y su trabajo se divide entre el estudio taller y el campo. La niebla en invierno algunas veces cubre las plantas, las piedras y el jardín. No se ven los árboles más allá de cinco metros. La luz fría lo impregna todo.
El artista utiliza los recursos que tiene a su alcance para formalizar un trabajo en el que arte y naturaleza no se pueden separar. Él entiende que son indisociables: en la naturaleza y en lo bello natural, encuentra así la razón de la existencia y la razón de una práctica artística que viene desarrollando desde hace más de dos décadas en este mismo lugar donde ha construido la casa donde vive. Sus pinturas, sus esculturas e instalaciones tienen que ver con esta naturaleza agreste en la que habita como sus árboles, en una casa que se podría catalogar entre aquellos refugios denominados “cabañas para pensar”, como los de Wittgenstein, Heidegger, Joung, Mahler, o Grieg, o los de todos aquellos que han necesitado el silencio de la naturaleza para entregarse a la contemplación, ordenar el pensamiento y escribir. Su elección no es casual ni gratuita, sino producto de una voluntad deliberada de vivir así y de trabajar en este lugar fuera del mundo, donde el día es día, y la noche es noche o la luna, luna, sobre el horizonte, donde se pueden contar las gotas de lluvia resbalando por el tejado y sobre las hojas de los pinos, mientras humedecen los muros y la tierra seca, mientras las ratas se reúnen para conocerse y reproducirse hasta que todos despiertan.
Los orígenes chinos por parte de padre se pierden en el tiempo. La historia de este país está depositada en la memoria familiar y algo dentro de él le une para siempre a esta alteridad que ha conocido a través de relatos que le trasladaban a lugares remotos donde vivieron sus antepasados. La imaginación le ha permitido reconstruir un pasado con los relatos que su progenitor le contaba, aunque él es muy prudente y no hace referencia a estos antecedentes a menos que su interlocutor no muestre interés. No obstante, la obra de Chiang encuentra un precedente en la pintura de paisaje que en China es uno de los fundamentos del arte más antiguo tratándose de una práctica que se remonta a más de mil años, al siglo III a. C aunque hasta el siglo I a. C. no se aplique sobre el papel coincidiendo con el desarrollo de la caligrafía china y la invención del papel de arroz.
La pintura de paisaje es el género por excelencia de la pintura china clásica y se entiende como una representación alegórica de la naturaleza, a partir del impacto sensible que ésta en sus diferentes estados ejerce en el hombre. Pero, simultáneamente, la imagen pictórica del paisaje representa una concepción del mundo y del cosmos asociada al confucianismo. El simbolismo que se despliega con la pintura china de paisaje es equivalente a la construcción cultural de una identidad milenaria que siempre se remonta a la naturaleza y al vacío como estado del no ser para poder llegar a ser. El artista se comunica con el paisaje para recibir el alma o espíritu que mueve la naturaleza y las estaciones, y a la vez hace una apropiación del mismo para representar el vacío en el cielo, la tierra, el agua y las nubes. La relación con la naturaleza que mantiene Ricard Chiang en su trabajo conserva ciertos aspectos fundamentales que se registran en la pintura tradicional china de paisaje, al igual que se percibe en la obra de otros artistas chinos como Xu Bing, Qiu Anxiong, Yang Xinguang, Hong Lei, Jin Jiangbo o Zhang Xiaotao, entre muchos otros que relacionan su práctica artística con los principios de la pintura china derivados de la interpretación del Tao que se funda en la oquedad, el vacío y la nada-de-ser de donde surge el ser.
El universo del artista y su mundo interior se comunican entre sí, a través de la contemplación y la quietud. Los materiales que utiliza proceden de la naturaleza como puede ser la niebla o la flor del almendro, las raíces de los árboles u otras plantas, las sedas de las arañas, los lagartos viejos, las ratas muertas, los residuos orgánicos de insectos, pájaros y plantas. Todo sirve; hay cosas que sólo se aprenden en el campo. La inmersión es total. Necesita este aislamiento para poder trabajar. Los ruidos le molestan, porque quiere escuchar las voces de los árboles en una casa rodeada de campo por todas partes, a la que sólo se accede cuando se conoce el camino.

Exposición
La obra que reúne este proyecto se ha agrupado en las siguientes series e instalaciones:
Series:
“Niebla”, I y II
Los estados atmosféricos son muy importantes en la pintura tradicional china y el artista recurre a la ceguera que produce la niebla en el campo a ciertas horas del día, especialmente por las mañanas, cuando se levanta y todavía es oscuro. A veces, la niebla parece una nube blanca y densa que no se arruga ni desaparece sino tras algunas horas. La niebla en esta zona es muy común y se asocia a una atmosfera de misterio que impregna el campo de humedad. El artista presenta dos murales de gran formato (400×200 y 160×240 respectivamente) compuestos de cuatro paneles donde intenta transmitir su experiencia del paisaje y el sentimiento correspondiente potenciando el valor simbólico de la representación abstracta de sus componentes. El artista ha trabajado obsesivamente a partir de las visiones de la niebla, que en el campo se concentran en el silencio y la luz blanca y densa que no deja ver: con él se inicia un viaje poético al vacío, deteniéndonos en el umbral entre la presencia y la ausencia, el no ser y el ser del mundo.

“La flor del almendro”, I y II
El artista identifica las dos composiciones que presenta de esta serie con dos esculturas hechas de resina de poliéster, flores de almendro y peanas lacadas. La flor del almendro cubre entre finales de enero y principios de febrero una gran superficie de la isla. Es una flor blanca y extremadamente delicada, que crece exuberante anunciando la primavera, antes de que acabe el invierno, pero se desvanece enseguida. La antigüedad del almendro –se cultiva desde los años 5000-4000 a de C.- y su origen persa, así como su implantación en casi todas partes del mundo a través de las viejas rutas comerciales, hacen que esta especie frutal de zonas templadas sea muy valorada. El árbol del almendro puede alcanzar de 3 a 5m de altura y en Mallorca se dice que el patrimonio de la isla abarca millones de almendros de variedades distintas que empiezan a florecer en los campos, como si se tratara de una explosión de tonos blancos y rosáceos que dan lugar a un espectáculo visual incomparable. Se trata de uno de los cultivos más importantes y se introdujo en la isla tras la aparición de la filoxera que diezmó las vides a finales del siglo XIX. Chiang captura la flor del almendro entre la resina como si fuera una urna de cristal, donde la flor se conserva sin perder el color ni sus cualidades. El equivalente en China es la flor del cerezo que brota en abril y se asocia con la belleza y el poder de la mujer, pero también con el amor y la pasión. La época de floración es tanto o más breve que la del almendro y la muerte inmediata de la flor hace que se incremente su valor. El artista consigue detener la evolución del almendro, como si pudiera desacelerar el movimiento del tiempo y hacer que la flor no envejezca nunca. En lugar de recurrir a la imitación del mundo sensible, como suele hacer la pintura, incorpora el mundo natural sin apenas manipular artificialmente lo que nos es dado, para insinuar su voluntad de alterar nuestra percepción y enseñarnos a ver.

“Raíces” I, II y III
Las raíces son un elemento vital a partir del cual se arraiga la planta en la tierra permitiendo su crecimiento. Las raíces constituyen la estructura que sostiene la planta y el aparato digestivo de los árboles que se alimentan a través de los rizomas que se extienden bajo tierra horizontalmente. Su hábitat suele ser subterráneo y sus funciones principales son la absorción de agua, sales minerales y otros nutrientes, además de fijar las plantas al suelo. Son la columna vertical de una planta que se bifurca y diversifica en diferentes tipologías, como las raíces estranguladoras u otras. La morfología de las plantas y su anatomía revelan la posible comparación entre el comportamiento fisiológico de las plantas y el cuerpo humano. Chiang muestra la fragilidad de las raíces y los dibujos que éstas hacen como sin hacer otra intervención que no sea la de su captura y selección para después efectuar una especie de taxidermia como la que se practica con los animales y disecarlas. Son raíces de ciprés, tradicionalmente símbolo de la muerte y árbol fúnebre que se suele plantar en los cementerios para acompañar a los muertos. Aunque por su longevidad también se ha considerado árbol de la vida y un árbol sagrado en muchos pueblos, donde fue reconocido en la antigüedad por sus propiedades medicinales. En la antigua China, se creía que el consumo de semillas de ciprés era garantía de longevidad y este árbol perenne era considerado un símbolo de la inmortalidad. Las tres esculturas responden como en los demás casos a un tipo de escultura expandida, que rechaza los convencionalismos a los que suele asociarse ésta de ordinario ampliando tanto los materiales como los formatos de presentación. La técnica empleada para conservar las raíces es similar a la que utiliza para la conservación de la flor del almendro o las sedas de araña. La especie de ciprés de la que proceden estas raíces es el ciprés del Mediterráneo, muy extendido en la región, aunque el ciprés y sus diferentes variedades se pueden ver en casi todas partes del mundo.

“Arañas”, de la I a la XXV
La familiaridad con las arañas y la observación acerca de cómo elaboran la seda –una fibra proteica que hilan las arañas para fabricar las redes en las que capturan a sus presas –redes de caza y de protección; las telas son también utilizadas como medio de locomoción para transportarse de un lugar a otro. La ingeniería que despliegan las arañas tiene que ver con la mecánica de los tejidos confeccionados manualmente o mediante telares como se hacía antiguamente. Las sedas han sido cosechadas por el artista, que las ha recogido de los lugares donde las arañas las fabricaban, admirando la perfección de estos dibujos que éstas son capaces de hacer laboriosamente cuidando la simetría del círculo en torno a un núcleo poligonal casi invisible que se va desarrollando con el tiempo. Hay más de cuarenta mil especies de arañas en el mundo y un centenar de familias. Son animales depredadores –son las mayores consumidoras de insectos del planeta- y todos producen seda con sus glándulas secretoras a partir de un fluido que se solidifica en contacto con el aire y al deshidratarse se convierte en la fibra de seda

Instalaciones:
“Puesta de sol”
Se trata de una instalación hecha con las ramas del almendro, que combina con la resina de poliéster, la madera y los pigmentos, generando una composición que recuerda ciertos elementos naturales de la pintura china de paisaje como se comentado al principio. De nuevo recurre al árbol del almendro, con el que mantiene gran familiaridad desde que se fue a vivir a Mallorca. Las vivencias que comparte con los demás seres de la naturaleza suponen la existencia de una naturaleza parlante a la que escucha, con ánimo de comunicarse a su vez con ella y poder así transmitir el sentimiento estético que deriva de lo bello natural.

“Compostera”
Obra hecha de residuos orgánicos que él acumula en su casa, troncos de árboles, ramas, piedras, hojas secas, insectos y todo el material de desecho que se genera cotidianamente en una compostera manual como la que el artista tiene en su casa. La compostera o el compostador –algunos prefieren esta denominación- es un artefacto que permite reciclar residuos orgánicos en un proceso que suele denominarse “compostaje”, a partir del cual se obtiene artificialmente una sustancia llamada humus que es el resultado de la descomposición bioquímica de los anteriores a través de un proceso biológico que se produce bajo los efectos del oxígeno, una determinada humedad y temperatura. El llenado se ha de hacer por capas para la obtención de los resultados óptimos que se pueden conseguir. La instalación está hecha de aquellos desechos orgánicos que el artista recoge en su casa para la obtención del compost que le sirve para el abono del campo. Todos los residuos se han traído de allí, porque hubiera sido muy difícil buscarlos artificialmente en los alrededores de Madrid. Para él, era importante que procedieran del lugar donde vive y trabaja, para articular las obras que presenta. Por otra parte, se trata de los mismos materiales de desecho autóctonos, que introduce en la compostera de su casa para su transformación, a través del proceso de descomposición y composición equivalente a la deconstrucción y resemantización que forman parte de su práctica artística.

“Sombras”
Esta instalación se compone de un lienzo de gran formato (620x356x135), hecho con papel de arroz, detrás del cual se colocan los elementos reales del paisaje, que la iluminación permite percibir a través de las sombras que se producen en el otro lado. La instalación se ubica en el escaparate que da a la calle General Pardiñas del Centro Cultural Chino De Madrid: tiene la función de introducir al visitante en la exposición. El artista recrea un teatro de sombras, cuyo precedente son las llamadas ·sombras chinescas”, con el fin de provocar un efecto óptico teatralizado. Para conseguirlo, ha dispuesto una pantalla de papel de arroz, detrás de la cual ha colocado las ramas del árbol que gracias a la iluminación artificial se reproducen sobre aquella. Las figuras representadas en virtud de este procedimiento permiten comprobar el origen material de la percepción sensible, pero a la vez también las alteraciones que la luz puede producir en nuestra percepción del mundo mostrando su vulnerabilidad. La simplicidad de estas figuras de sombra no resta complejidad a la elaboración de esta instalación pensada para este escenario que sirve de vestíbulo entre la calle y el espacio expositivo, sino más bien al contrario, actúa como una especie de llamada reclamando la atención del transeúnte.

Itinerancias:
Stiftung für Kunst und Kultur e V. Bonn
Casal Solleric (Palma de Mallorca)
Casa Asia (Barcelona)